martes, 26 de noviembre de 2013

Huck Finn



Si hoy pudiera ser otra persona, sin duda sería Huck Finn.
 

Me acabo de leer Las aventuras de Huckleberry Finn y no se me ocurre un personaje mejor que ese niño que recorre el Mississippi en una balsa acompañado de Jim, un esclavo prófugo. Durante toda la novela Huck maneja su propio código de valores y se mantiene alejado de las convenciones sociales. Las conversaciones entre estos dos personajes y sus puntos de vista sobre una sociedad que los considera unos marginados son muy interesantes, sobre todo cuando nos damos cuenta de que las cosas no han cambiado tanto como era de esperar.




Huckleberry Finn por Aloysius O´Kelly
Os dejo algunos diálogos entre Huck y Jim en los que tratan temas que a día de hoy nos siguen dando mucho que hablar.

La religión.

Me dijo que era pecado decir lo que yo había dicho; que ella no lo diría por nada del mundo; ella viviría de manera que pudiese ir al cielo. No vi yo la menor ventaja en ir al mismo sitio que ella, conque decidí no intentarlo. […] Le pregunté si creía que Tom Sawyer iría allí y ella dijo que no había el menor peligro. Me alegró saberlo, pues quería que Tom y yo estuviésemos juntos.” Capítulo I

Me decía: si uno puede conseguir cualquier cosa que pida rezando, ¿por qué no consigue el diácono Winn que le devuelvan el dinero que perdió en cerdos? ¿Por qué no puede conseguir la viuda que le restituyan la tabaquera de plata que le robaron? ¿Por qué no puede engordar la señorita Watson? No, me dije, no hay nada de verdad en eso.” Capítulo III

El dinero.

-        " Sí. ¿Conoces a ese negro cojo que pertenece al señor Bradish? Bueno, pues fundó un banco y dijo que el que colocara en él un dólar, al cabo de un año recibiría cuatro más. Todos los negros deseaban participar, pero iban escasos de dinero. Yo era el único que tenía. Así que exigí más de cuatro dólares y dije que, si no me los daban, abriría un banco por mi cuenta. Bueno, pues ese negro quiso evitar que yo le hiciera la competencia porque dijo que no había negocio suficiente para dos bancos; entonces dijo que podía yo colocar mis cinco dólares y que a fin de año me pagaría treinta y cinco. Lo hice. Después se me ocurrió que sería mejor invertir los treinta y cinco dólares para que no dejara de rodar la bola. Un negro llamado Bob había robado una balsa y su amo no lo sabía. Se la compré y le dije que se cobrase los treinta y cinco dólares del banco cuando acabara el año. Pero aquella noche robaron la barca y, al día siguiente, el negro cojo dijo que el banco había quebrado. Así que ninguno de nosotros consiguió dinero."  Capítulo VIII.

La monarquía.


  "Le dije muchas cosas acerca de reyes, duques, condes y todo eso, y lo estupendamente que vestían, y el pisto que se daban, y que se llamaba unos a otros “vuestra majestad”, “vuestra alteza”, “vuestra señoría” y así sucesivamente, en lugar de señor a secas. Y Jim daba tantas muestras de interés que parecía que iban a salírsele los ojos. Dijo:

-         No sabía yo que hubiera tantos. No he oído hablar de ninguno de ellos, apenas, como no sea el rey Salomón, a no ser que se cuenten como reyes los de la baraja. ¿Cuánto cobra un rey?

-         ¿Cobrar? –exclamé yo-. Pues miles de dólares al mes, si quieren. Pueden cobrar todo lo que quieran. Todo les pertenece.

-         ¡Esto sí que es bueno! ¿Y qué tienen que hacer, Huck?

-         ¡Ellos no hacen nada! ¡Qué cosas tienes! No hacen más que sentarse por ahí.

[…]

Le hablé de Luis XVI, al que le cortaron la cabeza en Francia hace mucho tiempo; y de su hijo el Delfín, que hubiera sido rey, pero se lo llevaron y lo encerraron en una cárcel y dicen que murió allí.

-         ¡Pobre chico!

-         Pero otros dicen que salió y que se escapó, y que vino a América.

-         ¡Me alegro! Pero se sentirá bastante solo… No hay reyes aquí, ¿verdad, Huck?

-         No

-         Entonces no puede conseguir empleo. ¿Qué va a hacer?

-         Pues no lo sé. Algunos de ellos se hacen policías y otros enseñan a la gente a hablar francés."

Capítulo XIV

domingo, 10 de noviembre de 2013

Pedir perdón



Cuando alguien pide disculpas quiere decir que esa persona ha obrado mal, ha causado un daño, un delito o tiene la culpa de algo. Y que se disculpen, que entonen un mea culpa y un “no lo volveré a hacer más” es uno de los requisitos que pone la Xunta para que el expediente sancionador abierto a Alfonso Malvido pueda llegar a solucionarse de manera positiva. 

El conflicto que mantienen la dirección del IES A Illa y la Xunta comenzó a principio de curso. Ante la imposibilidad de cuadrar los horarios por la falta de un profesor el director del centro, apoyado por el claustro y por el ANPA, tomó la decisión de retrasar el inicio de curso hasta que la plantilla estuviese completa. La idea funcionó, a las pocas horas de enterarse de que el instituto no se pondría en marcha hasta contar con todo el personal necesario, la Xunta les adjudicó el profesor que faltaba, aunque a los pocos días también les informó de que le habían abierto un expediente sancionador a Alfonso Malvido por tener la desfachatez de reclamar los medios necesarios para poder llevar a cabo el trabajo en el centro.

Está claro que con la entrada de la LOMCE y con los nuevos criterios de selección de los directores de centros, la Administración se ahorrará este tipo de problemas y será difícil que personas como Alfonso, capaces de reclamar sin tapujos los recursos que necesitan los alumnos para poder optar a una educación que cumpla los mínimos legales, puedan alcanzar los puestos directivos. La figura del director se va a profesionalizar y entre sus funciones estará la de gestionar el personal, podrán fijar requisitos y méritos para los puestos vacantes en el centro. Además, el Consejo Escolar pasará a ser un órgano consultivo, con lo cual no podrá tomar decisiones. 

Ayer, en Arousa, éramos muchos los que salimos a la calle para pedir que se retire el expediente a Alfonso, para que la Xunta sepa que la directiva del IES A Illa cuenta con el respaldo de la comunidad educativa y sobre todo, para recordarles que no se puede pedir perdón cuando no se ha cometido ninguna falta. Pensándolo bien, seguramente son ellos los que deban disculparse. 


Texto leído en la concentración de ayer en A Illa de Arousa.